miércoles, 6 de abril de 2016

Ensayo sobre la épica

Tal vez no haya dias mejores para morir
que este que nos brinda el cielo
con gesto huraño,
pues no quiere en nuestro rostro un sol
que rivalice con el suyo.

Ese sol,
torcido o pleno,
es sonreir como quien enarbola una lanza.
¡Lanzadla al pecho de la desidia,
y que los días grises os llenen el corazón
como las noches de verano!
¡Como si el cielo se voltease
y el astro que escondiesen las nubes
fuésemos nosotros!

Tal vez no haya en la vida
días mejores para morir que este,
y si toca, ¡bailemos por última vez!
En mi funeral
quiero a toda la gente viva,
que con un muerto hay bastante.
Bebed a mi salud,
y si lloráis,
que sea porque os dejé un buen recuerdo,
y desearíais que fuese más largo.

Al diablo esa pereza destructora,
haced de cada día un palacio,
de cada paso un arte,
de cada beso una despedida alegre,
de cada gemido una nueva estrella
en el cielo azul oscuro de las vidas trabajadas.

El día mejor para partir
no es ningun otro
que aquel en el que hayamos terminado todo.
Por eso hay que tener siempre
la pluma afilada,
la espada envainada al punto,
la elegancia abotonada en torno
y la sonrisa cruzada y brillante,
como un sol.

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