martes, 31 de marzo de 2015

Rezo espontáneo para noches de vacío

Padre
defiéndenos de la nada.
Pon algo
             entre las costillas
que haga música por la noche
y nos lleve a la calma.

Padre
dame miedo
para tener algo que me haga
pensar
           partirme
                         que tire de mí-
que me haga escribir
"Instrucciones de montaje para almas lacrimosas"
y me obligue
a hacer inventario de mis propias piezas.

(Pausa para una risa triste, una niebla tenue se asienta en el corazón)

Padre
ponme en mi sitio,
porque aquí no hay quien se aclare.
Si no me quieres dar luz
enséñame
                a hacer linternas
                                         que calienten corazones,
para hacer arder el interior de un globo
que me levante el ánimo.
Dame una mejor letra,
noches más tranquilas,
seriedad
              y coherencia.

domingo, 22 de marzo de 2015

Omne

Nada es la sólida caja fuerte que tiene en el pecho quien puede sonreír con la cara empapada en sangre.

Nada es la niebla gris que envuelve los telediarios y nos pone un velo en los ojos cada día. Lo colocamos entre las sábanas, dormimos bajo su fósil cada noche. Cada día se hace más pesado.

Nada es subirse a gritar a un ciruelo y permanecer inmóvil ante la lluvia de piedras de los que no quieren limpiarse la bruma del rostro.

Nada es un orgasmo color hueso que deja un poso ceniciento en el corazón y una sonrisa marchita sobre los labios que intenta infundir calma pero que carece de significado.

Nada es una máscara de porcelana con la que mirar al mundo y esconder la vergüenza.

Nada es un día plomizo en la mirada de quien te ama y se confiesa a sabiendas de que se romperá el corazón. Nada es el ardor en la frontera de tus párpados al comprenderlo, pero sin lágrimas que lo alivien. Vuestras manos colmadas de dolor no quieren separarse ni pueden estar juntas.

Nada es una mano en tu hombro cuando todo en lo que creías se desvanece. Cada segundo que permanece posada impregna tu cuerpo de desconfianza, pero te abrazas a esa calidez zumbante y desde entonces tus sonrisas parecen cicatrices.

Nada es un aleteo insomne en un cuarto oscuro cuando no puedes conciliar el sueño.

Nada es menos que poco, pero en la nada cabe todo, porque quien no cree en nada está hueco, y por la nada desbordado.

lunes, 16 de marzo de 2015

Peso

La inmensidad inabarcable del mundo dormía. Respiraba lenta y gravemente: una inspiración profunda como un deshielo inaudible, una exhalación larga como la curva ciclópea que impulsaba al océano insomne en su giro interminable, en el que acunaba aquel sueño con su vibrante peso y su presión calmada.

Todo se sostenía en la quietud. Notas densas, graves como el bramido de un trueno sonaban sin ser escuchadas. No había cielo ni tierra, sólo una penumbra helada en la que el azul intenso y la negrura más absoluta se abrazaban en miríadas de matices, distantes, fundidos. Y en ellos había algo más.

Una nada nítida, una gota de ímpetu que empujaba un color hacia otro, trascendiendo horizontes que un opresivo segundo antes no existían. Una furia lenta, pausada, sin ritmo. Y un vaivén perpetuo que, oscilando entre la extinción de un silencio y el preludio de un próximo rugido, combaba las olas en pautas desordenadas.

El piélago respiraba su propia potencia, densa y oscura, acompañado de un arrullo incesante y cadencioso como una catarata ingrávida, un fluir sosegado al que se unían los penetrantes índigos y negros en ondas curvilíneas, para después disgregarse en reflejos titilantes bajo la bóveda argentada. No había cielo ni tierra, únicamente una fuerza estentórea e irrefrenable, pausada como un impacto que nunca termina de descargar su fuerza, y un infinito gradiente de azules que se fragmentaba y reencontraba, meciendo su cuerpo carente de horizontes con energía inagotable, en un imperturbable empuje sin oposición.

domingo, 15 de marzo de 2015

desorden

Frente a damas felizmente levitantes
sobre el tapiz de un horizonte absurdo,
y Cristos cabizbajos en suspensos abismales,
se nos muestran reveladas
(¡milagro, milagro de la técnica!)
las geometrías secretas a todas luces,
que sembradas, germinan,
y dan fruto admirativo
de inutilidad flagrante.

Palabras en bocas de necios,
que a escondidas y entre aceros
constriñen calírias llorosas e inocentes,
en cajas de dimensión optimizada,
de esquinas tan perfectas que cortan con mirarlas.
Las riegan proporcionadamente,
no crecen al azar,
sino en abonos polinómicos que insisten
en tenerlo todo ¿ha notado?
en cuadernos de contable.

Y el mesías de las rectas aparecidas
proclama la palabra de una fe apuñalada:
"¡Vigilen, calculen, que el azar ha muerto al fin!
¡Numérense, tengan medida!
Y recuerden: criterio de utilidad."
En la danza torpe del destino
se cruzó la combinatoria maldita:
"Disculpe, mortal,
¿le importaría acercarse un poco más al cruce?
No se preocupe: está todo bien medido."

La mecánica se ha vuelto fascista,
y la mismísima vida se ha visto
reducida a potenciómetros.
Naturaleza, lo lamento: desasosiegas.
Resulta mucho más relajante
el solfeo en ecuaciones
limitarlo todo a cifras para quien no sabe sentir.

Matar el hemisferio derecho,
calculadoras sobre pinceles.
Las esquelas de espíritus creativos
se ahogan en el ardor aséptico del pragmatismo,
como lánguidas esferas sin reflejo
de su propia naturaleza de desorden.

 Enterradla, ingratos. Lloradla, que no volverá.

domingo, 8 de marzo de 2015

Spléèn (a Baudelaire)

Y cómo mejorar,
si entre las malditas paredes de mi cráneo
no hay más que aire gris y sucio.

Escribo por inercia,
que es peor que dolor:
si sufro y sangro tinta
todo se hace
                    al menos
                                  un poquito
                                                   más fácil
 porque puedo dar a luz
a preciosos ángeles llorosos,
efigies de belleza y agonía.
Ellos sufren por mí,
yo me llevo los aplausos.

Pero de eso ya hace mucho.

Últimamente me ahueco,
resueno un poco más
cuando me balanceo,
inestable,
no pongo puntos ni comas a mis pasos,
y me golpeo con las paredes,
                                            o con las personas,
                                                                          que a veces
                                                                                             es lo mismo.

Las noches, cada día
un poquito más oscuras;
las cuerdas de guitarra
que devoran la distorsión,
nunca tienen suficiente;
y en el cielo que creamos
ya tan solo quedan ruinas.
Se acumula el polvo,
amontono espacios en blanco
en una esquina,
y debajo de la alfombra
meto todo el gris que no me cabe dentro:
las migrañas
                   los besos y caricias olvidadas
                                                                tu chaqueta preferida (por mí)
y un trozo de riff
que nunca llegó a nacer.

Qué oscuro se ve el mundo
sin tu pelo de fuego
alumbrándome el camino.
He perdido hasta el miedo
a no escuchar tu corazón
para tener un compás que seguir.

Mira,
ahora el hombre hueco
silba una canción
que le resuena en el pecho,
y se pregunta:

y para qué replicar,
si ya no queda color,
si todo se sumerge
en el gris
que antes me gustaba tanto.

 Para qué sufrir
si siempre hay cerca
algún alma
(quizá no tanto)
que me deje esconder
las penas
en su caliente V.

Para qué esforzarse
en correr,
si la angustia
siempre espera
en algún lugar
del que,
en cuanto llegues,
no te querrás mover.

Y por qué no,
si en la noche
lo único
que sobra
son demonios.

jueves, 5 de marzo de 2015

Soneto retorcido #2: Calíria

He aquí mis versículos de acero,
tinta que empapa mis venas de plata.
Hoy el sol azul salió primero,
al que tu alma verde agua desacata.

Me contraigo y me deshago a tu llamada
en la plaza que reina en la noche tibia,
esta feérica penumbra malhadada.

Caderas de blanca belladona,
dulce tallo de suave y áurea desnudez,
en tus labios la desgracia me abandona,
y bajo tu ombligo me invade la mudez.

Crepita al amanecer mi voz truncada;
ya te escapas con anhelos de calíria
y el estruendo de cristal de una cascada.

Tu alma rota contra el cielo desespera
por si la proxima noche no está entera.

domingo, 1 de marzo de 2015

Indeciso

Debería darme prisa, ¿no?

En cualquiera de los casos
(por si con uno
me quedaba corto),
todo se acabará pronto.

Simplemente espero
un poco de paz,
de luz.
Vivir(la) al día,
o al mes;
ahuyentar a sus tinieblas,
que se espanten con las mías.

Decidirme
entre una luz cenicienta,
que no sé si me deslumbra,
o tan solo sé que brilla,
y otra alma más oscura,
que creo que encaja mejor,
con la que poder
hacer música
en sus escarpes.

No me puedo dividir,
y quizá es recomendable.
Pero no soporto
pensar
que acabaré jugándomela,
y por el maldito azar
apuntaré
hacia el lugar
menos indicado.

Además
                   de indeciso
                                             soy un puto inoportuno.