domingo, 22 de marzo de 2015

Omne

Nada es la sólida caja fuerte que tiene en el pecho quien puede sonreír con la cara empapada en sangre.

Nada es la niebla gris que envuelve los telediarios y nos pone un velo en los ojos cada día. Lo colocamos entre las sábanas, dormimos bajo su fósil cada noche. Cada día se hace más pesado.

Nada es subirse a gritar a un ciruelo y permanecer inmóvil ante la lluvia de piedras de los que no quieren limpiarse la bruma del rostro.

Nada es un orgasmo color hueso que deja un poso ceniciento en el corazón y una sonrisa marchita sobre los labios que intenta infundir calma pero que carece de significado.

Nada es una máscara de porcelana con la que mirar al mundo y esconder la vergüenza.

Nada es un día plomizo en la mirada de quien te ama y se confiesa a sabiendas de que se romperá el corazón. Nada es el ardor en la frontera de tus párpados al comprenderlo, pero sin lágrimas que lo alivien. Vuestras manos colmadas de dolor no quieren separarse ni pueden estar juntas.

Nada es una mano en tu hombro cuando todo en lo que creías se desvanece. Cada segundo que permanece posada impregna tu cuerpo de desconfianza, pero te abrazas a esa calidez zumbante y desde entonces tus sonrisas parecen cicatrices.

Nada es un aleteo insomne en un cuarto oscuro cuando no puedes conciliar el sueño.

Nada es menos que poco, pero en la nada cabe todo, porque quien no cree en nada está hueco, y por la nada desbordado.

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