“¡Lumen!”, dijo Cerumen. ¡Y chocapic!
¡Mágico! ¡Mágico adalid de la Rekka! No nació ni para
cabalgar ni para cortar dragones con espada, sólo para andar y andar
rastrillando los caminos que en otra ocasión llevarían a héroes de perverso
coraje. Nada más que aquello podía entenderse como un calabozo de cajas verdes,
pero Cerumen espirmó los indulgentes fragmentos de bombas de chocolate y
agalquieron como fíbulas descargadas.
Old Tronak lo vio por los caminos y en su corcel cargó con
su cuerpo agotado por la magia y el Egerjérito místico del chocapic azucarado.
Un corcel morfosintáctico, dicho sea de paso, agarrotado por las reglas de la
lengua. La coraza de Tronak era densa como una clase de anacolutos normativos a
horas frías e intempestivas, y el corcel, siendo morfosintáctico como era,
comprendía que todos los prefijos se hacían a aquella imagen obtusa y, aunque
los comprendía, le pesaban en los párpados. Su cara de hastío en estos
conceptos era bastante evidente incluso tratándose de un caballo.
Y Tronak clamó en voz baja, puesto que a su acompañante
maltrecho le dolían incluso las palabras a ciertos decibelios:
-Pardiez, mi buen hermano, si sois capaz de espirmar el
elemento átono, ¿por qué no hacéis lo propio con las buenas calzantes de
chocapic de mastía? Seríais sin duda reconocido muy pronto como el Sirme
Sinduda de toda la Comarca Alquitranada.
El maltrecho y descargado Cerumen se pronunció con
dificultad:
-Señor caballero de…
-Corcelero, hermano, corcelero.
-Señor corcelero de comarca, el reenvío de las mágicas
fibras del Egerjérito no se realiza tan a menudo como en la Rekka nos gustaría.
Para seros sincero, el agalquimiento se nos complica cada muhelseseWEHE!
-¡Señor mío, ¿qué os sucede?!
-Discúlpeme, corcelero. La mística tiene sus complicaciones
neuronales a niveles bastante preocupantesWÉPALE! Perdón, creo que ya está.
Como le decía, el agalquimiento cada vez se vuelve más tortuoso y pesado. Una
repartía lógica precisaría doce terruños de, si estoy en lo correcto, tierra de
las Áridas color azul tortilla.
-¿Azul tortilla? ¡Pardiez, mi buen señor, habrase visto tal
color en nuestras tierras!
-No, señor mío, por supuesto –rió Cerumen-. Para ello habría
que espirmar como un poseso, y no habiendo cajas verdes se podría producir una
quiebra irreversible del espaciotiempo. Eso no es problema porque aquí las
cajas verdes yacen en calabozos pagando sus crímenes con la Comarca, ¿no es
así?
-No, sior. Emigraron a su universo. Fueron liberadas cuando
las autoridades del Gruego coincidieron en que… bueno, son cajas. Verdes, pero
cajas.
-De modo que ya no están aquí…
-Me temo que no, caballero Cerumen. Pero vos no habéis
espirmado cual poseso, ¿verdad?
-Bueno, si os soy sincer-
No hay comentarios:
Publicar un comentario