Ahora que estoy perdido en mi propia casa
puedo afirmar
sin miedo a estar en lo cierto:
que me falta oxígeno
como el que emite
una boca ajena
-nunca se me dieron bien las ciencias,
pero ella era más que una persona
que me da miedo entrar
por una puerta extraña
aunque esté abierta;
necesitaba escaparme,
pero la cobardía conoce mis pasos
mejor que yo
que he optado por escapar,
pero no tengo dónde
y ahora vago apátrida
en la ribera
ojalá estuvieras en esa ventana,
porque así podría subir hasta tu casa
-sigo sin saber bien dónde vives-
y lloraríamos juntos.
Tengo las manos heladas
no hay luz
esto no es poesía;
sólo un dolor sordo
que parecía mitigado
y sólo espera
que llegue por fin lo que
creo
que me espera.
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