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martes, 8 de diciembre de 2015

El roto Mirosevich

Y sólo él.
Sólo este cielo
inabarcable
sobre nuestras cabezas,
nuestras vidas
nuestros extraños
recuerdos
en cada acera.

Roto él,
sólo él.
Roto
como el contacto
con esos ojos,
ese pelo oscuro.

Roto, pero entero
porque no lo he
vuelto
a ver;

creo que aquí
hace más frío que en su casa.
Al menos,
aquí la niebla
viene cargada
de dolores centenarios
(según los días vividos).

Luego
la lluvia sobre el suelo,
disipando
abriendo el cielo
poco a poco
devolviendo el sol
a los ojos
de los charcos.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Esquina (Núñez de Arce con Alonso Pesquera)

-Una vez me lancé por esa ventana.
-¿La de esa casa?
-Sí.
-¿Pero cuál, la de arriba?
-La del tejado.
-Ni de broma. Estarías muerta.
-Bueno, aquí estoy. ¿No me ves?
-Bueno, pues eso: si te hubieras tirado desde ahí como mínimo te habrías roto algo...
-No me has entendido. He dicho que me lancé por esa ventana. No desde ella.
-¿Te lanzaste... a dónde, exactamente?
-Hacia dentro, claro.
-Y... ¿por qué?
-Había algo ahí dentro que creía que era de mi pasado. Pero no llegue a comprobarlo.
-¿Cómo? ¿No te habías...?
-Sí, claro. Pero desde el suelo no llego. Pensaré algo mejor la próxima vez.

domingo, 4 de octubre de 2015

Princesa china

A lo mejor lo único que quería
era ser un poquito mejor,
que esto fuera algo más fuerte,
más cierto,
más largo.
Eso es lo que me hace falta:
durar.

Todo lo que en algún momento tengo
languidece entre mis manos:
las caricias,
las flores,
los gestos,
el trocito de ciudad que se ve por tu ventana
(sí, también intenté cogerlo).
Todo pierde fuerza,
o las ganas,
o deja de echarme de menos.

Todo eso se desploma
o me abandona:
lo único que les debe de quedar
de mí
es el recuerdo un poco amargo de un polvo inesperado,
que a mí todavía me hace
encogerme de dolor al recordarlo.

No hay analgésicos para la memoria,
no hay pastillas
que mitiguen el dolor nostálgico,
ni nitrato de plata
para disolver las nubes negras
que envuelven mi pecho.
Es como llevar el otoño siempre encima
conmigo,
pero en su versión más cruel.

Mientras tanto,
ni el poeta de bronce
ni las casas del ensanche
recuerdan que llovió hace ya tres horas;
ninguno sabe
que esto que parece verano
sólo enmascara algo perdido.

Me voy a buscar mi puerta,
donde dicen que vivo.
Antes sí vivía, porque estabas ahí cerca;
ahora, como aquel que dijo,
sólo mato el tiempo.