Ahora que estoy perdido en mi propia casa
puedo afirmar
sin miedo a estar en lo cierto:
que me falta oxígeno
como el que emite
una boca ajena
-nunca se me dieron bien las ciencias,
pero ella era más que una persona
que me da miedo entrar
por una puerta extraña
aunque esté abierta;
necesitaba escaparme,
pero la cobardía conoce mis pasos
mejor que yo
que he optado por escapar,
pero no tengo dónde
y ahora vago apátrida
en la ribera
ojalá estuvieras en esa ventana,
porque así podría subir hasta tu casa
-sigo sin saber bien dónde vives-
y lloraríamos juntos.
Tengo las manos heladas
no hay luz
esto no es poesía;
sólo un dolor sordo
que parecía mitigado
y sólo espera
que llegue por fin lo que
creo
que me espera.
lunes, 30 de noviembre de 2015
jueves, 26 de noviembre de 2015
Esquina (Núñez de Arce con Alonso Pesquera)
-Una vez me lancé por esa ventana.
-¿La de esa casa?
-Sí.
-¿Pero cuál, la de arriba?
-La del tejado.
-Ni de broma. Estarías muerta.
-Bueno, aquí estoy. ¿No me ves?
-Bueno, pues eso: si te hubieras tirado desde ahí como mínimo te habrías roto algo...
-No me has entendido. He dicho que me lancé por esa ventana. No desde ella.
-¿Te lanzaste... a dónde, exactamente?
-Hacia dentro, claro.
-Y... ¿por qué?
-Había algo ahí dentro que creía que era de mi pasado. Pero no llegue a comprobarlo.
-¿Cómo? ¿No te habías...?
-Sí, claro. Pero desde el suelo no llego. Pensaré algo mejor la próxima vez.
-¿Pero cuál, la de arriba?
-La del tejado.
-Ni de broma. Estarías muerta.
-Bueno, aquí estoy. ¿No me ves?
-Bueno, pues eso: si te hubieras tirado desde ahí como mínimo te habrías roto algo...
-No me has entendido. He dicho que me lancé por esa ventana. No desde ella.
-¿Te lanzaste... a dónde, exactamente?
-Hacia dentro, claro.
-Y... ¿por qué?
-Había algo ahí dentro que creía que era de mi pasado. Pero no llegue a comprobarlo.
-¿Cómo? ¿No te habías...?
-Sí, claro. Pero desde el suelo no llego. Pensaré algo mejor la próxima vez.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
¡Lumen!
“¡Lumen!”, dijo Cerumen. ¡Y chocapic!
¡Mágico! ¡Mágico adalid de la Rekka! No nació ni para
cabalgar ni para cortar dragones con espada, sólo para andar y andar
rastrillando los caminos que en otra ocasión llevarían a héroes de perverso
coraje. Nada más que aquello podía entenderse como un calabozo de cajas verdes,
pero Cerumen espirmó los indulgentes fragmentos de bombas de chocolate y
agalquieron como fíbulas descargadas.
Old Tronak lo vio por los caminos y en su corcel cargó con
su cuerpo agotado por la magia y el Egerjérito místico del chocapic azucarado.
Un corcel morfosintáctico, dicho sea de paso, agarrotado por las reglas de la
lengua. La coraza de Tronak era densa como una clase de anacolutos normativos a
horas frías e intempestivas, y el corcel, siendo morfosintáctico como era,
comprendía que todos los prefijos se hacían a aquella imagen obtusa y, aunque
los comprendía, le pesaban en los párpados. Su cara de hastío en estos
conceptos era bastante evidente incluso tratándose de un caballo.
Y Tronak clamó en voz baja, puesto que a su acompañante
maltrecho le dolían incluso las palabras a ciertos decibelios:
-Pardiez, mi buen hermano, si sois capaz de espirmar el
elemento átono, ¿por qué no hacéis lo propio con las buenas calzantes de
chocapic de mastía? Seríais sin duda reconocido muy pronto como el Sirme
Sinduda de toda la Comarca Alquitranada.
El maltrecho y descargado Cerumen se pronunció con
dificultad:
-Señor caballero de…
-Corcelero, hermano, corcelero.
-Señor corcelero de comarca, el reenvío de las mágicas
fibras del Egerjérito no se realiza tan a menudo como en la Rekka nos gustaría.
Para seros sincero, el agalquimiento se nos complica cada muhelseseWEHE!
-¡Señor mío, ¿qué os sucede?!
-Discúlpeme, corcelero. La mística tiene sus complicaciones
neuronales a niveles bastante preocupantesWÉPALE! Perdón, creo que ya está.
Como le decía, el agalquimiento cada vez se vuelve más tortuoso y pesado. Una
repartía lógica precisaría doce terruños de, si estoy en lo correcto, tierra de
las Áridas color azul tortilla.
-¿Azul tortilla? ¡Pardiez, mi buen señor, habrase visto tal
color en nuestras tierras!
-No, señor mío, por supuesto –rió Cerumen-. Para ello habría
que espirmar como un poseso, y no habiendo cajas verdes se podría producir una
quiebra irreversible del espaciotiempo. Eso no es problema porque aquí las
cajas verdes yacen en calabozos pagando sus crímenes con la Comarca, ¿no es
así?
-No, sior. Emigraron a su universo. Fueron liberadas cuando
las autoridades del Gruego coincidieron en que… bueno, son cajas. Verdes, pero
cajas.
-De modo que ya no están aquí…
-Me temo que no, caballero Cerumen. Pero vos no habéis
espirmado cual poseso, ¿verdad?
-Bueno, si os soy sincer-
lunes, 9 de noviembre de 2015
El espectro, el deber
Una noche que no va bien,
cargada de culpa,
de desagrado,
de cuerdas rotas.
Diría -no lo tengo claro-
que todo es cosa
de que ser yo
no es sino el más normal
de todos mis problemas,
pero es que además
es el primero.
Pues otra vez a caer un poquito,
y ¿sabes qué?-
tú no vas a caer detrás.
Por la sencilla razón de que no estás.
Puedo encabritarme, invocar
señales errantes entre mis cuerdas rugientes
maldecir,
romper más cosas
-pronto esta casa será una ruina dos veces-
pero eso no quitará para que pierda
pensando en qué tendrá esa sonrisa
tan rara
ese cuerpo blando
esos dedos entre mi pelo
El caso es que quizá,
-y no debería, pero dudo-
podría darse la circunstancia a favor.
pero dudo
porque cuento a día de hoy demasiado bien
las cervezas
las sonrisas
las caricias
los chistes
los momentos de chica adorable
los errores
las suertes absurdas
las miradas
las palabras a voces al oído en un concierto
las manos
en tu cintura
y en la mía
Las dos holgazanas, cielo.
Las dos muy cómodas.
No me engañes. Piénsalo.
cargada de culpa,
de desagrado,
de cuerdas rotas.
Diría -no lo tengo claro-
que todo es cosa
de que ser yo
no es sino el más normal
de todos mis problemas,
pero es que además
es el primero.
Pues otra vez a caer un poquito,
y ¿sabes qué?-
tú no vas a caer detrás.
Por la sencilla razón de que no estás.
Puedo encabritarme, invocar
señales errantes entre mis cuerdas rugientes
maldecir,
romper más cosas
-pronto esta casa será una ruina dos veces-
pero eso no quitará para que pierda
pensando en qué tendrá esa sonrisa
tan rara
ese cuerpo blando
esos dedos entre mi pelo
El caso es que quizá,
-y no debería, pero dudo-
podría darse la circunstancia a favor.
pero dudo
porque cuento a día de hoy demasiado bien
las cervezas
las sonrisas
las caricias
los chistes
los momentos de chica adorable
los errores
las suertes absurdas
las miradas
las palabras a voces al oído en un concierto
las manos
en tu cintura
y en la mía
Las dos holgazanas, cielo.
Las dos muy cómodas.
No me engañes. Piénsalo.
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