miércoles, 2 de septiembre de 2015

Árbol

O cayó, o la colocaron. El caso es que la semilla penetró en la tierra.
Creció, se hizo alta, rígida. Le crecieron manos abiertas, traslúcidas. Algunos nombraban su sangre y sus huesos con nombres fríos y asépticos: era mejor llamarlos "vida".
Se desnudó en invierno, incongruente, y desde entonces lo hacía cada año. Recuperaba su verde bajo la lluvia de abril. se vestía de gala en el estío con colores nuevos de flor y fruta, y en el otoño se enmascaraba, se caía, se hacía grietas.
A veces perdía los brazos entre lágrimas de savia: nunca comprendió por qué. Quizá fuera porque se daba la mano con el árbol de al lado y sus sombras huecas no dejaban ver el cielo, pero siempre creyó que no les gustaba que les vieran juntos.

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