Suerte, compañero, porque te
entiendo palabra por palabra. No he tenido la suerte de vivir lo que has
vivido, de conocer, de escuchar, de llevarte esas sorpresas, mejores o peores,
y de haber vivido tantas "coincidencias" rayanas en lo imposible.
Pero en eso se basa todo lo que he leído de ti: que hasta a lo imposible se le
puede dar forma para agarrarte a ello y traerlo al mundo real.
Puedo decir que pocas obras de arte
me han hecho llorar, pero esta lo ha logrado; me has hecho traer de vuelta
miradas y momentos que creía tener como mínimo olvidados, pero por encima de
ello has logrado (y nunca he sido un genio para la empatía) que me viera ahí
dentro, viviendo lo mismo que tú, riéndome con las mismas bromas, notando mi corazón
acelerado de esa forma convulsa cuando notas que algo muy grande va a suceder,
y llorando, simplemente, porque era real.
Gracias, drugo, porque has hecho más
que escribir un libro que provoca un boom y luego se olvida en un estante
polvoriento. Has pegado un puñetazo al maldito baúl de los recuerdos que creía
tener bien atado, y al abrirlo me has hecho reencontrarme a mí mismo más
pequeño, más idiota, más o menos feliz; en otras situaciones que creía ya
muertas y enterradas, entre los brazos de otras guitarras. Y todo ello,
precisamente, por contar algo real y clavar a machetazos en mi memoria esa
banda sonora que quizá en algún momento se convierta también en mía.
Me has hecho… no sé si más sabio,
pero sí distinto; me has hecho reafirmarme en muchas cosas y hacer que cambie
de parecer en otras. Me has demostrado que, igual que siempre hay alguien más
hundido que tú cuando te sientes mal, también hay alguien más alto que tú
cuando piensas que ya has alcanzado la cumbre (y que, en ambos casos, lo mejor
y lo peor, que nunca es tal, le puede pasar a cualquiera).
Creía que no habría nadie que me
sirviera como espejo más o menos fidedigno de las cosas tan buenas, malas, pero
sobre todo raras que me han pasado, y obviamente, has hecho cachos también esa
idea preconcebida (también me has dado una buena lección: no hacer demasiados
planes inamovibles). Y poco más se puede decir.
Me basta con darte las gracias por
lo que has hecho, por lo que me has enseñado a lo largo de todo el libro, por
atreverte a hablar de la realidad sin disfrazarla, sin ningún tapujo ni
pretensión. Sólo ser sincero, y hacer así que me sintiera de una forma tan
distinta. Por contar algo de verdad y compartirlo.
Suerte, camarada, aunque no creo que
te haga falta, porque es imposible que con semejante valor y corazón no
consigas algo que el destino ha escrito con un cuchillo en su propia mano.
Pero, aun así, suerte con todo lo que te encuentres, y te mando esta promesa:
cada puñetazo se cura y te hace la piel dura, y cada caída te recuerda la
próxima vez que tengas cuidado con ese bache que hay en la calle que pisas
todos los días; y por todo ello, prometo que irá bien. ¿Cómo podría no ser así,
con un amor que haría que Dios y el Diablo lloraran en el hombro del otro?
¿Cómo, si no luchas con espada y escudo, sino con las manos abiertas y una
canción en los labios?
Suerte, y me atrevo a llamarte
amigo, y un abrazo emocionado de alguien que no esperaba encontrarse en algo
tan real. Al final resulta que me conoces tanto como los que componen esas
canciones que suenan a nosotros.
(P.D.: durante toda esta carta ha
sonado “No sé cómo te atreves”, la primera canción de Los Planetas que me
hiciste oír y de la que ahora estoy también enamorado. Otra cosa por la que te
doy las gracias).
Gracias a ti por tus palabras!!!!
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