Hay tiburones en la botella,
y es oscura y profunda;
me da miedo asomarme,
por si salen a saludar,
saltan con un mordisco,
y con mi mano entre sus dientes
me arrastran hasta el fondo.
No quiero acabar como ellos.
Y que mis propias lágrimas
se sumen
a las de viejos bebedores,
y me ahoguen
en su salitre.
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