Dedicado a Trolaso D.
Mierda
Óiganme
ahora que me
han dejado
subir a la
tarima
y podría
hasta decirse
que me
prestan atención:
¿acaso una
persona
no tiene
derecho
a sacar a
pasear la guadaña
cuando
asoman las malas hierbas
de la
idiocia y la estulticia?
Hablo de
aquellos parias de la palabra,
que sin el
menor miramiento
¡se atreven!
a decirse
librepensantes
e
irreverentes
contra la
tiranía de la exageración
y de lo
correcto.
Hablo de si
realmente
hace
tantísima falta
dejar hablar
hasta a los más tarugos
sólo para
cerciorarnos
de que tiene
que haber de todo en la viña del Señor,
de si no
bastaría,
digo yo,
con oír
hablar al primero
y una vez
hechas las cuentas
calcular
cuándo va
dar el derrape mortal
y a
estrellarse contra la mediana de temido nombre:
“argumentación”
Oh, los
tambores de lo emocionante
resuenan
cuando vemos
en lontananza
la enésima
proclamación vacía,
la misma
salida de tiesto,
de aquel que
se dice libre
de los
barrotes moralistas.
Algunos ya
apostamos:
“¡Por allí
resopla un “VETE A CUBA”!
¡Trae arpón
y amarra,
que esta
noche te prometo
que
cenaremos carne de imbécil
y beberemos
lágrimas
posmodernistas!”
Y cuando uno
se asoma al Abismo,
llega la
susodicha oquedad
y devuelve
la mirada
de diez mil
forococheros
que declaman
“malditas feministas”,
que entonan
“algo habrá hecho”,
que tienen
los santos cojones
de ofenderse
a pesar de todo
y plantarse
con un
escudo legendario
al que los
antiguos llamaban
“Respeta Mi
Opinión”.
Cuando uno
se asoma al Abismo,
el Abismo le
devuelve la mirada,
y con los
ojos entrecerrados
y el corazón
bombeando bilis
ya no quedan
ganas
de hacer
nada
calmado.
Es entonces
cuando toca
convertirse por propia cuenta
y sobre todo
riesgo
en aplicado segador
de tontos,
por muy
diversos motivos:
por la
tranquilidad general,
por la salud
pública,
por pura
acumulación de desidia,
por
obligación autoimpuesta,
por dar un
empujoncito a la selección natural,
por tontos
del culo,
y por favor.
Si les digo
la verdad,
aunque ya no
rezo a un dios,
algo sí
suelo rogar
al vacío
en mis
noches más oscuras:
“Ojalá un
meteorito con forma de puño”.